ARTROSCOPIA | VOL. 17, Nº 3 : 216-222 | 2010

Estrategia para la reconstrucción del LCA  en pacientes con fisis abierta

Dr. Rafael Calvo, Dra. Zoy Anastasiadis, Dr. David Figueroa, Dr. Alex Vaisman

INTRODUCCION 

La rotura de LCA en niños es poco frecuente, debi­do en parte a las características anatómicas del es­queleto inmaduro en que los ligamentos son más re­sistentes que la fisis adyacente. Se ha señalado que el 3, 3% de las roturas de LCA que ocurren en deportistas, son en pacientes con esqueleto inmaduro. Kellenberger (2) estudió 62 pacientes con lesiones de LCA, observó que en niños menores de 12 años el 80% de las lesiones correspondía a avulsión de las espinas tibiales, y en mayores de 12 años, el 90% correspondió a lesiones del LCA. Si bien no hay re­portes actuales de su incidencia y prevalencia, se ha observado un claro aumento de su frecuencia, lo que se explica por una mayor capacidad de diagnóstico y mayor práctica de deporte competitivo a menor edad, principalmente fútbol, basquetbol, y ski.

Los niños realizan habitualmente gran actividad fí­sica, por lo que se hace difícil la restricción de ésta a pesar de la lesión. Este hecho favorece los eventos de inestabilidad, aumentando el riesgo de presentar lesiones condrales y meniscales en rodillas con ro­tura de LCA.

El análisis de esta patología en el niño tiene diferen­cias con el adulto tanto en el diagnóstico clínico, co­mo en el estudio de imágenes y el enfoque quirúrgi­co; donde la edad ósea es muy relevante.

 

Diagnóstico clínico

La mayoría de las lesiones del LCA ocurre al igual que en los adultos, en deportes que requieren pivo­te, cambio de dirección, o salto con caída en hipe­rextensión de rodillas, provocando activación de cuádriceps y lesión en valgo sin contacto. Es posible que se produzca un chasquido audible en el momen­to de la lesión, seguido de dolor e impotencia fun­cional.

Durante la evaluación inicial se puede observar hemar­trosis y ante la sospecha de inestabilidad es importan­te descartar una fractura avulsiva de la espina tibial.

El diagnóstico de lesión de LCA en pacientes con esqueleto inmaduro se hace más difícil que en adul­tos. La primera característica clínica, es el que los niños se quejan de dolor y no de inestabilidad, mu­chas veces con un grado de incapacidad menor al dolor que refieren. A su vez, el examen clínico es más difícil, tanto por la dificultad en la evaluación inicial de rodilla aguda, como por la laxitud liga­mentosa que la mayoría presenta, dificultando la ob­jetividad de las pruebas clínicas de inestabilidad. La práctica del examen clínico de la extremidad contra-lateral en un paciente adulto adquiere una importan­cia especial en el niño. Rodillas aparentemente ines­tables al examen físico pueden ser la laxitud fisioló­gica o la ausencia congénita del LCA.

 

Diagnóstico por imágenes

Los exámenes de imágenes nos pueden ayudar a confirmar diagnóstico, sin embargo la sospecha clí­nica debe ser lo más importante. La radiografía sim­ple es muy útil en la evaluación de urgencia, en cuanto a descartar una fractura de espina tibial o le­siones osteocondrales.

La resonancia magnética es el examen de elección para el diagnóstico de lesión de LCA, sin embargo presenta mayor porcentaje de errores diagnósticos en este grupo de pacientes. Se ha reportado tasas de diagnóstico incorrecto en preadolescentes entre el 36% a 73%. (3, 4) Kocher et al (5) reportó que la sensibilidad diagnóstica para resonancia magnética en niños y adolescentes era de 72%, con especifici­dad de 93,5%. No encontró diferencia con el diag­nóstico clínico, cuya sensibilidad fue de 71,2% con especificidad de 91,5%. Las principales discordan­cias se encontraron en lesión de menisco externo. Observó además que los pacientes menores de 12 años, presentaban menor sensibilidad y especifici­dad (61,7%; 90,2%) que los pacientes entre 12 y 16 años (95,5%; 78,2%) (Fig. 1).

Figura_1

Figura 1: Resonancia magnética corte sagital T1, se observa lesión completa de LCA en pacientes de 13 años.

 

Consideraciones para el tratamiento de las lesiones del LCA en niños

La toma de decisiones en el tratamiento de lesión de LCA en niños está basada en la clínica y en la reper­cusión de la lesión en la actividad del niño. La con­troversia está en ofrecer un enfoque conservador o un tratamiento quirúrgico, existiendo diferencias es­pecíficas en relación a los resultados y a las compli­caciones de cada una de estas tendencias.

Al momento de tomar una decisión se debe evaluar la posibilidad de complicaciones asociadas al trata­miento conservador versus el riesgo de alguna alte­ración del crecimiento, descrito para algunas técni­cas quirúrgicas.

Se sabe que el crecimiento longitudinal de la ex­tremidad inferior está dado en un 65% por la fi­sis femoral distal y tibial proximal. Las compli­caciones que se buscan evitar son epifisiodesis temprana de fémur o tibia, deformaciones angu­lares en varo o valgo, recurvatum (por epifisio­desis anterior de la tibia) o dismetría de extremi­dades. Todas ellas presentan mayor riesgo de su­ceder si nos enfrentamos a pacientes con mayor potencial de crecimiento.

 

Edad ósea y cirugía

Entendemos por edad ósea la madurez esquelética del paciente y su proyección de crecimiento. La pro­babilidad de alteración del crecimiento es menor en pacientes con mayor madurez. Se han usado diver­sos métodos para determinar la edad ósea, tales co­mo: radiografías de rodilla para evaluar la fisis, ra­diografías de mano para observar madurez esquelé­tica, radiografías de pelvis para establecer estadio de Risser según osificación de la cresta ilíaca, pro­yección de crecimiento según estatura de los padres, proyección del crecimiento según método multipli­cador de Paley y escala de Tanner. Sin embargo, no existe ningún método predictivo de crecimiento de certeza, dado la variabilidad del proceso y su multi­factorialidad.

Sasaki et al (12), evaluó con resonancia magnética el patrón de cierre de la fisis de fémur distal y tibia proximal en niños. Observó que la tasa de desapari­ción de la placa fisiaria era 0% a los 11 años, 5% a los 12 años, 34% a los 13 años, 53% a los 14 años, 94% a los 15 años y 100% a los 16 años. Notó ade­más que la porción central de la fisis de tibia proxi­mal cerraba más precozmente que la poción perifé­rica, lo que es de gran importancia para definir la ubicación de los túneles en una cirugía de recons­trucción. Además se ha visto que el crecimiento es­tá completo alrededor de los 14 años en mujeres y de los 16 años, en hombres.

Nuestra conducta es detallar el estudio de creci­miento según la escala de Tanner (Tabla 1), edad ósea en radiografía de mano y altura de los padres.

 

Tabla

 

Es fundamental brindarles la información a los pa­dres sobre eventuales alteraciones en la fisis y reali­zar el seguimiento hasta el término del crecimiento.

 

Tratamiento conservador

El manejo conservador de lesiones de LCA se ha descrito tradicionalmente con el uso de órtesis, rehabilitación de cuádriceps e isquiotibiales y modificaciones de la actividad deportiva. La actividad física propia de la conducta de los pa­cientes de esta edad hace difícil la restricción de actividades. Los reportes en la literatura con este enfoque de tratamiento han mostrado pobres re­sultados. Los malos resultados a largo plazo to­maron relevancia entre la década de 1980 y prin­cipios de 1990. Diversos estudios mostraron ba­jas tasas de satisfacción, con puntuaciones bajas en función de la rodilla, persistencia de inestabi­lidad y dolor, altas tasas de nuevas lesiones me­niscales, lesiones condrales, cambios degenerati­vos precoces y la imposibilidad de retomar el mismo nivel deportivo previo. (3, 6, 7, 8)

Ante los malos resultados del manejo ortopédico exis­te consenso en la literatura respecto al manejo quirúr­gico de estas lesiones como tratamiento definitivo. Sin embargo la reconstrucción del LCA sigue siendo con­troversial. El punto de discusión se centra en el mo­mento oportuno de ofrecer una cirugía, con el objeti­vo de evitar al paciente las lesiones futuras asociadas al manejo conservador, pero con el mínimo riesgo de presentar una alteración del crecimiento.

 

Tratamiento quirúrgico

Se han publicado distintas técnicas quirúrgicas con el objetivo de recuperar la estabilidad sin dañar la fisis: reparaciones primarias, reconstrucción extraarticula­res, técnicas transfisiarias parciales y reconstrucción transfisiaria con modificaciones específicas para es­queleto inmaduro. Las reparaciones primarias intra­sustancia (13) han reportado malos resultados y en la actualidad no se utilizan.

La técnica quirúrgica y la edad ósea del paciente son relevantes a la hora de tomar decisiones. Si bien algunos autores promueven la reconstruc­ción precoz del LCA para prevenir futuras lesio­nes agregadas y permitir un temprano retorno de­portivo (9), otros autores defienden la recons­trucción diferida para prevenir alteraciones del crecimiento inducidas por la cirugía. (10, 11). Discutiremos las técnicas quirúrgicas más utili­zadas según el estadío de Tanner del paciente.

 

Técnica de reconstrucción LCA en Estadio Tanner 0 y I

Las técnicas de reconstrucción que respetan la fisis se han descrito para ser utilizadas de preferencia en pacientes con esqueletos inmaduros, Tanner 0 y I, en los cuales por lesión meniscal asociada a la rotura de LCA se prefiere una resolución quirúrgica pre­coz. Parker et al (14) reportó una serie de 6 pacien­tes en que realizó la reconstrucción del LCA a tra­vés de un túnel tibial en la epífisis proximal anterior, paso de injerto isquiotibial y fijación femoral sobre el cóndilo en una zona de inserción que no dañe la periferia de la fisis femoral. Los resultados fueron favorables a 2 años de seguimiento. Brief (15) des­cribió otra técnica de reconstrucción del LCA en que se hace pasar un injerto de tendón isquiotibial desde la parte anterior de la tibia por debajo del li­gamento coronario meniscal hacia el fémur, fijándo­lo también sobre el cóndilo. El autor no ofrece datos objetivos respecto al resultado funcional de esta téc­nica. La reconstrucción extraarticular con tenodesis de la banda iliotibial también ha sido utilizada. (16) Consideramos a ésta última como una buena alter­nativa de reconstrucción en pacientes que por su edad no son candidatos a técnicas transfisiarias, aunque sabemos que mejora sólo parcialmente la es­tabilidad de la rodilla lesionada, (17) y su indicación es motivo de discusión.

Técnica de reconstrucción LCA en Estadio Tanner II

Las técnicas transfisiarias parciales se han descrito para pacientes en estadio II de Tanner. La técnica plantea el uso de un túnel tibial transfisiario y fija­ción femoral sobre el cóndilo. (18) Tanto las técni­cas que respetan la fisis como las transfisiarias par­ciales han sido publicadas en series de pocos pa­cientes, con resultados a mediano plazo y si bien in­tentan proporcionar estabilidad a la traslación ante­rior de la tibia, presentan la desventaja de no lograr una colocación anatómica del nuevo ligamento. En general, la utilización de éstas técnicas es sólo en casos muy seleccionados.

Técnica de reconstrucción LCA en Estadio Tanner III

Las técnicas transfisiarias convencionales son la que mejor restablecen la estabilidad de la rodilla logran­do una colocación anatómica de los túneles. (19) El uso de técnicas transfisiarias se prefiere en paciente en estadio III de Tanner en adelante, en que el crecimiento restante de la fisis tibial y femoral es limita­do. Se ha publicado el uso de estas técnicas en pa­cientes menores. Streich et al (20) reportó el uso de técnicas transfisiarias en 12 pacientes en estadio de Tanner 1 y 2, con edades entre 9 y 12 años, con un seguimiento de 70 meses en que no observó defor­midades angulares ni discrepancia de longitud. El temor al daño de la fisis por el procedimiento quirúrgico ha sido estudiado en animales. Los resul­tados sugieren un túnel transfisiario que comprome­ta el 9% de la superficie fisiaria central y se rellene con tejido de partes blandas que no permita el creci­miento óseo, no causa epifisiodesis temprana ni de­formaciones angulares. Existen ciertas consideraciones técnicas que se de­ben tener en cuenta al momento de la técnica trans­fisiaria para disminuir el riesgo de efectos iatrogéni­cos, como son: elección de injerto, posición de los túneles y fijación (Figs. 2 y 3).

Figura_2   Figura_3
Figura 2: Técnica quirúrgica de la reconstrucción LCA transfisiaria. El túnel debe ser en posición más vertical de ancho 7 mm, con fijaciones alejadas de la fisis y túnel completamente relleno con injerto.   Figura 3: Errores de la técnica quirúrgica, colocación de tonillos interferenciales a través de la fisis.

 

a) Elección del injerto:

Se han descrito diversos tipos de injertos para la re­construcción de LCA en niños. El autoinjerto de is­quiotibiales es el más utilizado, seguido de autoin­jerto de tendón patelar y con menor frecuencia au­toinjerto cuadricipital o aloinjertos.

El uso de autoinjerto de semitendinoso y gracilis es la preferencia en pacientes con esqueleto inmaduro. Los tendones flexores presentan baja tasa de complicacio­nes respecto a la toma del injerto y permiten le uso de fijaciones alejadas de la fisis. El tendón patelar ofrece ventajas en cuanto a su resistencia inicial y su rápida incorporación, pero presenta los riesgos potenciales de daño a la apófisis de la tuberosidad tibial anterior y de que el tarugo óseo cruce la fisis provocando una epifi­siodesis precoz (21).

En relación a los aloinjertos, Andrews et al (22) publi­có una serie en que utilizó aloinjerto de tendón de Aquiles, con resultados buenos y excelentes en 7 de 8 pacientes. Sin embargo el riesgo potencial de transmi­sión de infecciones virales y bacterianas hace al aloin­jerto una alternativa menos atractiva, especialmente al discutir la indicación con familiares que aceptan en menor grado este tipo de injertos en niños.

Aloinjertos de semitendinoso, tibial anterior y pos­terior, y cuadicipital nos parecen una buena alterna­tiva, sin embargo no ha sido posible aplicarlo en nuestra casuística por lo ya señalado. La elección de injertos con menores resistencias se asocia a mayor riesgo de fallas.

 

b) Realización de los túneles:

Los túneles se deben realizar en posición vertical para ser perpendiculares a la fisis. Deben ser además cen­trales y de diámetro pequeño (7 mm). Se ha estudiado con resonancia magnética realizada en 31 pacientes entre 10 y 15 años, (23) que el volumen de la fisis ti­bial es en promedio de 12,683.1 microL y el de la fi­sis femoral, 14,708.3 microL. Los túneles de 8 mm re­mueven el 2,5% de fisis femoral distal y 2,4% de la fi­sis tibial proximal. Los túneles de 11 mm pueden re­mover hasta el 7,8% de la fisis. Además se vio que por cada 5º de aumento del ángulo de los túneles disminu­ye en 0,2% la cantidad de fisis removida y que un án­gulo de 65° del túnel tibial permitiría mantener una distancia de 20 mm desde la fisis tibial proximal has­ta la entrada del túnel. Siempre se debe cuidar tener un llene completo con tejidos blandos para evitar la formación de puentes óseos. Es motivo de discusión la colocación de injer­tos a tensión, sobre todo a través de la tibia, ya que po­drían aumentar el riesgo de deformidades angulares.

 

c) Fijación:

Una fijación adecuada tanto femoral como tibial debe ser alejada de la fisis. Las fijaciones femorales más utilizadas han sido de tipo cortical transversal (Transfix® y Endobuttom®), ya que permiten una ubicación alejada de la fisis dejando sólo partes blandas en los túneles. En la tibia se ha utilizado do­ble grapa, washer lock, doble grapa o tornillo corti­cal con amarra (poste).

Los implantes contraindicados en pacientes con es­queleto inmaduro son tornillos interferenciales, ya sea metálicos o reabsorbibles que queden ubicados a través de la fisis dentro del túnel (16) (Fig. 4).

Figura_4

Figura 4: Radiografías post operatorias de paciente de 11 años (fisis abierta) en que se realizó reconstrucción transfisiaria del LCA. Se utilizó túneles pequeños verticales y fijaciones alejadas de la fisis.

 

Rehabilitación

En relación a la rehabilitación se siguen las mismas pautas que con adultos. Los pacientes inician su reha­bilitación al día siguiente de la cirugía con ejercicios isométricos, movilización activa y movilizador pasi­vo continuo. Se debe considerar el uso de brace por un periodo de 4 a 6 semanas en niños muy laxos o si utilizamos una fijación tibial tipo poste.

Se indica marcha con bastones entre 1 y 3 semanas según sintomatología, ejercicios de fortalecimiento muscular y propiocepción en forma progresiva. Al mes de evolución se inician ejercicios de bicicleta y a los 2 meses se inicia trote. Los deportes de contacto se autorizan luego de 6 a 8 meses de evolución si existe un adecuado estado muscular a la evaluación clínica. En los pacientes en que se realiza meniscorre­sis se prolonga el uso de bastones por 6 semanas y se restringe la flexión a 90º durante ese período.

Es fundamental durante la rehabilitación iniciar ac­tividades deportivas de bajo impacto precozmente, que incentiven el entusiasmo del niño al tratamien­to. La participación de los familiares es relevante tanto en el control de las actividades como con la realización de los ejercicios indicados.

 

RESULTADOS y COMPLICACIONES

Los objetivos del tratamiento del LCA en niños son prevenir los cambios degenerativos, garantizar esta­bilidad articular, lograr ausencia de dolor y permitir el retorno deportivo.

La historia natural de las lesiones de LCA en niños fue publicada por Aichroth, (9) en una serie de 23 pacientes con seguimiento de 72 meses, demostró inestabilidad clínica persistente en todos los pacien­tes, deterioro significativo de los scores funcionales y cambios degenerativos radiográficos (osteofitos) en 10 pacientes. La literatura demuestra que los re­sultados del manejo conservador son insatisfacto­rios en lograr cumplir los objetivos del tratamiento. Mc Carroll et al (1) estudió un grupo de 16 adoles­centes con esqueleto inmaduro tratados en forma conservadora. Sólo 7 pacientes lograron el retorno deportivo, describiendo episodios recurrentes de inestabilidad, derrame articular y dolor.

El mismo Mc Carroll (24) presentó más tarde los re­sultados de 14 pacientes a quienes se les realizó una reconstrucción transfisiaria femoral y tibial con ten­dón patelar. Refiere resultados excelentes, sin dis­crepancias de longitud de extremidades inferiores al final del crecimiento. Otros autores también han de­mostrado mejores resultados con tratamiento quirúr­gico transfisiario. Pressman (25) comparó los resul­tados de pacientes sometidos a manejo conservador, reparación primaria y reconstrucción transfisiaria. Demostró mejoría clínica significativa en los pa­cientes a los que se les realizó reconstrucción, sin dismetría de extremidades mayor a 1 cm. Edwards (26) le realizó a 20 pacientes una reconstrucción transfisiaria con autoinjerto de isquiotibiales o ten­dón patelar, reportó resultados excelentes en 16 pa­cientes y 19 retomaron su nivel deportivo previo. Refiere que 2 pacientes requirieron cirugía de revi­sión por re-rotura al año de seguimiento.

En un estudio realizado en nuestro centro (27) se evaluó a 24 pacientes, en etapas 2 a 4 de Tanner, con reconstrucción transfisiaria de LCA utilizando au­toinjerto de isquiotibiales. El 95,8% presentó un score de Lysholm bueno o excelente. El 71,4% no presentó signos de inestabilidad (KT-1000 con dife­rencia con el lado opuesto menor o igual a 5 mm). No se reportó al final del seguimiento alteración de ejes de extremidades inferiores ni discrepancia de longitud de extremidades mayor a 1cm. En cuanto al retorno deportivo, se observó qué sólo 13 de 24 pa­cientes retomaron su nivel deportivo. Si bien un 45,8% no se reintegró a su actividad prelesional, sólo 2 de ellos no lo hicieron por síntomas de rodi­lla. Este menor reintegro deportivo respecto a otras series, podría explicarse por un menor nivel compe­titivo del grupo de pacientes estudiado.

Streich et al (20) reportó 12 pacientes en estadio I y II de Tanner a los que realizó reconstrucción tranfi­siaria de LCA y comparó con 16 pacientes tratados en forma conservadora. Los pacientes operados pre­sentaron resultados significativamente mejores en cuanto a la estabilidad (KT-1000 y pivot-shift) y a los scores funcionales de Lysholm, Tegner e IKDC. Al final de seguimiento no observó diferencias en relación al crecimiento residual promedio en ambos grupos, ni a la discrepancia de longitud.

Respecto a las complicaciones existen escasos reportes clínicos. Lipscomb (28) en una serie de 24 casos, a los que realizó una reconstrucción transfisiaria usando is­quiotibiales (asociado a grapa transfisiaria), reportó 1 paciente con acortamiento de 20mm. Koman (29) des­cribe un caso de valgo femoral distal en un adolescente de 14 años post reconstrucción transfisiaria con túneles de 9 mm y autoinjerto de semitendinoso-gracilis. El pa­ciente requirió osteotomía y epifisiodesis contralateral. Kocher (30) publicó una serie de 15 pacientes con alte­ración del crecimiento después de reconstrucción trans­fisiaria del LCA. Las alteraciones incluían deformidad en varo y valgo, discrepancia de longitud y recurvatum. Los factores asociados a estas complicaciones fueron errores técnicos tales como implantes y tarugos óseos a través de la fisis, túneles anchos y compromiso de la tu­berosidad tibial anterior al realizar el túnel tibial.

 

Preferencias del autor

En nuestra práctica, el manejo de la lesión de LCA en pacientes con esqueleto inmaduro se determina según edad del paciente y lesiones asociadas. En pacientes prepúberes, Tanner 0 y I:

- Ante ausencia de daño condral o meniscal: preferimos optar por cambio de actividad deportiva y esperar la mayor madurez posible para realizar una reconstrucción lo más anatómica posible. Recomendamos el uso de brace, rehabilitación kinésica y cambio de hábitos deportivos, realizando controles periódicos.

- En pacientes con daño condral o meniscal: optamos por el tratamiento quirúrgico de la lesión asociada y reconstrucción con puenteo de la fisis con técnica de banda iliotibial.

En púberes y adolescentes con amplio potencial de crecimiento, Tanner II y III:

- Recomendamos la reconstrucción Transfisiaria con fijación alejada de la fisis, usando autoinjerto de semitendinoso y gracilis. Usamos un túnel central de 7 mm, relleno completo de los túneles y fijación alejada de la fisis (Fig. 5).

 

En adolescentes cerca de madurez esquelética:

-Usamos técnica estándar al igual que en adultos (HTH o ST-G).

Figura_5

Figura 5: Corte sagital de control con resonancia magnética de paciente con reconstrucción de LCA con técnica transfisiaria. Se utilizó Transfix® y tornillo bioabsorbible que respeta la fisis.

 

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