ARTROSCOPIA | VOL. 22, Nº 3 | 2015

EDITORIAL


Tomarse la vida en serio
Esta existencia nuestra es tan efímera como las nubes de otoño.
Observar el nacimiento y la muerte de los seres es como contemplar el movimiento de un baile.
La vida entera es como un relámpago en el cielo, se precipita a su fin como un torrente por una empinada montaña.
Buda

“Impermanencia” es aquello que se transforma de momento en momento, es continua transformación y no, definitivamente algo que deja de existir. En la cultura Tibetana es Mitakpa, aquello que está ahí, sin apego ni olvido.
Contrariamente a lo que muchos de nosotros pensamos profundamente, desear que las cosas sean permanentes cuando no lo son es lo que nos hace sufrir.
La Impermanencia nos enseña a disfrutar de cada día como si fuera el último, nos permite ser plenamente, nos deja ver hacia nuestro mundo interior sin condicionamientos del mundo exterior. Es finalmente un recurso útil para lidiar con la vida.
El budismo define a todos los fenómenos existentes como aquellos que pueden ser validados. Si algo existe, puede ser conocido, tiene una lógica. Si quisiéramos relacionar toda esta filosofía profunda con la ciencia, podemos decir que cualquier cosa que no pueda ser validada no existe.
Proyectamos y nos llenamos de constantes expectativas sobre todo los que nos rodean y nos frustramos cuando aquello no nos satisface.
La mayoría de los estados de sufrimiento se deben a la resistencia, estar en la resistencia es estar en una dimensión difícil de escapar. Pasar a otra dimensión diferente, más profunda, en donde el ser sea lo que importa, puede hacer que la quietud, la alegría y la paz realmente nos invadan.
Estar feliz ante la pérdida imprevista es imposible, pero estar en paz es posible, siempre y cuando se abandone la resistencia
Eckhart Tole dice que, usted disuelve la discordia, cura el dolor, disipa la inconciencia, sin hacer nada, simplemente siendo y manteniendo esa frecuencia de intensa presencia.
El ritmo que imponemos a nuestras vidas suele ser algo frenético, desde la post adolescencia hasta la vejez, estudiamos, conseguimos un trabajo, conocemos a alguien, nos casamos tenemos hijos y seguimos trabajando porque queremos una casa propia y necesitamos un auto y la discusión esta puesta en donde pasaremos la próxima navidad o vacaciones. Y seguimos trabajando porque queremos asegurar nuestra jubilación, teniendo.
Nuestro centro, nuestra verdad está en esta vida, un engaño del destructivo y materialista mundo moderno. A nadie se le ocurre hablar de la vida después de la muerte, vivir y seguir viviendo, esa es la meta absurda y equivocada, asegurar que hay un final no es lo mismo que entender que estamos simplemente de paso.
Tareas sin importancia a las que llamamos responsabilidades se van acumulando a lo largo del día, hacemos listas y vamos tachando a medida que cumplimos con las consignas preestablecidas sobre el papel y cada vez que el lápiz tacha nos ponemos más y más contentos.
No nos damos cuenta de que es nuestra vida la que vive por nosotros, no nos damos cuenta que la clave para encontrar el equilibrio justo en la vida moderna es la simplicidad.
Para quienes quedamos, esperanza y perdón, sabiduría y trabajo para terminar con la absurda y elocuente tiranía del ego.
El ego siempre aprovecha el dolor y la soledad y una de las herramientas para contrarrestarlo es escuchar de verdad, escuchar con una mente silenciosa, reflexionar acerca de quiénes somos y donde estamos y finalmente, sentir y expresar libertad para aceptar la finitud de la vida o mejor dicho, la continuidad la vida después de morir en cada una de las cosas y seres que seguramente hemos iluminado.
El Dr. Sebastián Rosasco fue mi amigo, de alguna manera fortuita o no, compartimos el paso por esta vida y “Tomarme la vida en serio” es saber que la seguiremos compartiendo.

En memoria de Sebas y para esperanza y paz de los que quedamos, en especial de Magdalena, sus hijos y sus nietos.

Dr. Fernando Barclay
Coordinador Editorial