Hacia dónde queremos ir, Latinoamérica

Latinoamérica es la suma de una extraordinaria variedad de culturas originarias que con la llegada de los europeos incorpora inmediatamente todo el bagaje cultural del viejo continente. Años después, y obligadamente, el continente africano hace su aporte cultural particular a partir de la introducción de la esclavitud como parte del modelo social que se impuso luego de la conquista del llamado nuevo mundo.   
Las culturas originarias preexistentes eran muchas y bien diferentes en su concepción, pero nuevas y exóticas ante la mirada de los conquistadores, quienes,
sin intentar entenderlas ni respetarlas inmediatamente, quisieron imponer los supuestos beneficios de su propia cultura, desechando la posibilidad de aceptar e incorporar aspectos trascendentes y por demás ricos de las culturas conquistadas.
Esta contraposición cultural produjo con el tiempo un desorden brutal que hasta ahora, lamentablemente, no hemos podido ordenar.
La ciencia como manifestación cultural no está exenta de estas consideraciones y las revistas científicas, como instrumento clave para la expresión del conocimiento y experiencia cultural, sufren en Latinoamérica este viejo conflicto del choque de culturas.
Nuestros autores se debaten entre conformar al conquistador sometiéndose a las reglas culturales que estos mismos proponen, mejor dicho, imponen, o reivindicar al conquistado incorporando sus propias reglas como instrumentos necesarios para ejercer la soberanía del pensamiento.   
Confianza, independencia, trabajo, liderazgo y valentía son caracteres indispensables para producir un punto de partida.
Cada institución, cualquiera sea —definiendo como institución a un grupo de personas que se juntan para trabajar en un objetivo común superador de sus propias ambiciones— debería poder crecer embanderando el bien común antes que el personal, de lo contrario, la historia nos demuestra que terminan desapareciendo sin dejar ningún legado.
Estoy convencido de que la ciencia, definida como un conjunto de conocimientos estructurados que estudia, investiga e interpreta los fenómenos naturales, sociales y artificiales, no debe ser global, y al estar presente en cada acto de la vida cotidiana de los individuos, se encuentra absolutamente influenciada por la cultura y la genética de cada pueblo o región.
Copiar, imitar o reproducir una técnica quirúrgica creada en Islandia para un ciudadano islandés sería un error conceptual.
El desafío para la ciencia en Latinoamérica sería poder analizar nuevos conocimientos y poder adaptarlos a nuestros pacientes teniendo en cuenta nuestra historia individual y única.
Creo firmemente que no hay que parecerse sino ser y esto significa entender y reconocer quiénes somos, debemos apropiarnos de nuestra cultura y hacerla prevalecer, y eso nos tiene que definir como sociedad. Nuestra misión debe ser erradicar definitivamente el complejo de inferioridad que nos oprime y mirar más hacia adentro que hacia los demás. Debemos construir el futuro con autenticidad, convencidos de que el punto de partida somos nosotros mismos.
Una revista científica debe ser una expresión formidable de quienes somos en el ámbito particular de la ciencia. En Islandia hace frío y el día suele ser igual a la noche; Brasil tiene calor y festeja el carnaval bailando hasta el amanecer. El argentino ama el fútbol y sueña con la carne asada del fin de semana en familia. En Norteamérica el béisbol y el fútbol americano son una religión, mientras que en Irlanda la cerveza y el rugby son parte del ADN de su población.
Nuestra experiencia con la cirugía de SLAP no puede ser comparada con la experiencia americana cuando poquísimos en nuestro país juegan al béisbol. Poniendo en consideración algo más universal, como la cirugía del LCA en un jugador de fútbol, no podemos comparar los resultados publicados en revistas científicas de los países más desarrollados con los resultados de la misma cirugía realizada en nuestros países, llamados emergentes, donde la mayoría de los pacientes y de las instituciones médicas atraviesan profundas crisis sociales y económicas, donde hay más potreros de tierra que superficies sintéticas, donde los pacientes concurren cansados a la rehabilitación al final de un día agotador de trabajo para que no le descuenten un centavo de su sueldo.
La revista Artroscopía puede ser el punto de partida. Confianza, trabajo, liderazgo, independencia y valentía cultural son el camino para creer que lo que hacemos con nuestros pacientes cada día de nuestras vidas tiene valor y merece ser compartido con nuestros colegas.
Lamentablemente el acceso al conocimiento científico sigue siendo limitado, las suscripciones a las revistas especializadas internacionales suelen ser muy onerosas. Cada día aparece una nueva revista científica que inclusive exige un pago de arancel para poder publicar. Todo se convirtió en un enorme negocio para algunos a pesar de que ni los autores, ni los revisores, cobran por publicar o tomarse el trabajo de revisar. 
El futuro postpandemia en esta Latinoamérica empobrecida no pareciera ser muy alentador si consideramos las dificultades que seguramente tengamos nosotros, los investigadores, para conseguir la financiación necesaria para investigar y publicar nuestros trabajos.
La industria será entonces una vez más el actor principal que solvente estos gastos y correremos de esta manera el serio riesgo de que los intereses económicos vuelvan a ser superiores a los verdaderos y desinteresados intereses científicos.
Publicar en revistas IMPORTANTES o FAMOSAS no es la única manera de validar el fruto de nuestro trabajo cotidiano y desarrollo científicos. Si desde Argentina, Colombia, Chile o Perú solo publicamos nuestras mejores investigaciones en las FAMOSAS revistas internacionales, estamos privando seguramente a cerca del 80% de nuestros propios lectores de compartir esta experiencia científica, ya que los mismos no van a tener acceso a estas publicaciones por cuestiones económicas o idiomáticas.
Debemos defender nuestra identidad científica ante la ciencia del mundo. Ya no hay conquistador y conquistados, no deberíamos alimentar un relato único porque no lo hay, la revista Artroscopía puede ser un nuevo espacio con voces absolutamente autorizadas para ser oídas en un mundo científico más igualitario, inclusivo y respetuoso de las diferentes culturas.          

Dr. Fernando Barclay
Editor en jefe