EDITORIAL


Conocimiento

Ningún honor supera a aquel del primer día en el cual fuimos responsables de un enfermo, de un hombre, de una mujer, de un niño, a quienes no nos ligaba ningún interés material”.
Prof. Rodolfo Cosentino, 1983

El 8 de mayo se celebró en Argentina el día del traumatólogo, ese día, pero en 1936, se fundó la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología. Al fundarse, su primer nombre fue “Sociedad Argentina en Cirugía Ortopédica”: “Nuestra misión estaría centrada en el estudio, tratamiento y prevención de las lesiones del aparato músculo esquelético y los tejidos que se relacionan”.
Ejercer nuestra profesión cotidianamente es sin duda un privilegio para todos aquellos que elegimos ya hace muchos años atrás hacerlo. La práctica clínica, la práctica quirúrgica, la investigación y publicar nuestras experiencias es parte importante de este ejercicio de vocación. No hay mejor inversión que podamos hacer al comenzar este camino que nuestra propia formación. Como médicos traumatólogos apartarse de este objetivo es no entender que nuestra obligación es asegurar el máximo caudal de conocimientos posible en todas estas áreas para ofrecer los mejores resultados a nuestros pacientes.
Ejercer la medicina en serio y hacerlo éticamente implica un compromiso ineludible con el conocimiento. Por definición, conocimiento es el acto consciente e intencional para aprehender las cualidades del objeto y, primariamente, es referido al sujeto.
Que tengamos como seres humanos la posibilidad de “conocer” es lisa y llanamente tener la posibilidad de acceder al camino de la “verdad” y de las “certezas”. Nosotros los médicos no podemos ser indiferentes a la incorporación de nuevos conocimientos, si lo hacemos, nos estamos negando a saber la verdad y a tener certezas.
El conocimiento científico se basa en la investigación que le da a este tipo de conocimiento un carácter verificable. Pero esta verdad siempre se puede cambiar y, debido a esto, cualquier hipótesis de trabajo siempre intenta abrir una nueva hipótesis.
Descartes recomendaba “dudar de todo para conocer”. El relativismo sostiene que todo conocimiento es relativo y no hay conocimiento absoluto. Nuestros pacientes tienen el derecho a disponer del recurso del máximo conocimiento en la mente de todos sus médicos tratantes.
Pero la medicina también es arte. Arte no es sólo una pintura o una obra de teatro, el arte está también en lo cotidiano, en las mínimas cosas que nos rodean. En nuestra cadena de pensamientos se originan preguntas y se solucionan problemas, pero si incorporamos el arte en este proceso, siempre podremos ir más allá de lo posible. Como dice Pellegrino en Las virtudes en la práctica médica: “La medicina es la más humana de las artes, la más artística de las ciencias y la más científica de las humanidades”.
El arte de la medicina está representada claramente en la relación médico-paciente, un vínculo que debería ser sagrado desde su concepción. Nace desde una clara necesidad de ambas partes: el paciente con su dolencia o enfermedad y el médico con su necesidad de poner el conocimiento y el arte de curar al servicio del paciente.
No podemos ignorar que en la vida moderna este vínculo ha perdido arte y conocimiento. Invertir en el saber ya no es una prioridad, hay otras urgencias dando vuelta por ahí que distraen al joven profesional del camino de la formación como mejor inversión para sobresalir. Comprometerse, aplicar la subjetividad, involucrarse implica un trabajo personal profundo y demandante, necesita una apertura y una entrega en ese vínculo que no siempre estamos dispuestos a dar.
La medicina es un oficio “full time”, no hay descanso, pero siempre habrá recompensa si el compromiso es infinito con nosotros mismos y con nuestros pacientes. Debemos poner sobre la mesa toda nuestra sensibilidad, como el pintor lo hace al deslizar su pincel húmedo sobre la tela. Si somos capaces de vibrar al hacer nuestro trabajo, el resultado estará a la vista en la mirada agradecida de nuestros enfermos.

Dr. Fernando Barclay
Editor en jefe