Freddie y Pau



Hong Kong es una pequeña isla situada en el mar de China, solo 1110 km² la transforman en uno de los países más pequeños del mundo.
Inicialmente, estuvo habitada por una pequeña comunidad pesquera y por piratas y contrabandistas del opio, luego modernos piratas poderosos del mundo se la disputaron por años.
A pesar de todo, se convirtió, debido a su increíble desarrollo económico, en uno de los llamados “Tigres Asiáticos”. El 39.12% de su población es inmigrante.
Hong Kong fue el botín de la guerra del opio que Gran Bretaña recibió de China en 1841.
Esta pequeña isla es donde cien mil chinos se refugiaron, casi hasta hundirla, cuando en 1949 el partido comunista alcanzó el poder. Antes, en 1912, cuando se estableció la República China, fue un amable lugar para el asilo de exiliados políticos que se escapaban del continente.
A partir de 1937, Hong Kong recibió cientos de miles de ciudadanos chinos que huyeron de la guerra por Manchuria protagonizada por China y Japón.
Durante la Segunda Guerra Mundial, y ocho días después del ataque de Pearl Harbor, solo dieciocho días bastaron para que Japón convirtiera a Hong Kong en una base militar para su avance en Asia. Lo que siguió fueron torturas y violaciones de los derechos de las personas que vivían allí pacíficamente. Finalmente, con el catastrófico desenlace de esta misma guerra y la rendición incondicional del pueblo japonés en 1945, la isla volvió a manos de los británicos que solo la querían como parte de un plan estratégico, más que para salvar a sus maltratados habitantes.
En 1948, Hong Kong fue parte del infame tratado pergeñado entre Reino Unido y China llamado “Un país, dos sistemas”; Margaret Thatcher y Zhao Ziyang acordaban darle a la isla cierta autonomía política y social que con el tiempo jamás sería respetada.
Hong Kong es un pedazo de tierra más dentro de nuestro querido planeta, disputado y maltratado a lo largo de la historia por arrogantes pseudodueños que ignoran y desconocen que todo fragmento de tierra en este mundo está habitado por seres humanos sensibles, que proyectan un futuro y que jamás serán dominados intelectualmente por las mezquindades de una nación y de sus gobernantes.
Sin duda a todos nos conmovió profundamente la sorpresiva muerte del Dr. Freddie Fu. A pesar de ser contemporáneo a toda su revolución de técnica y conocimiento acerca de las lesiones del LCA y otras patologías, solo compartí con el algún estrado o pasillo circunstancial en algún congreso de la especialidad, y su figura me pareció tan gigantesca que jamás me hubiera atrevido a escalarla.
“Muere Freddie Fu”, leí en algún portal de internet al otro día y el título continuaba: “el cirujano que rescató la carrera de Zlatan”.
“Fallece Freddie Fu, el médico cirujano que le salvó la carrera a Zlatan Ibrahimovic”, titulaba otro portal.
Estos y otros titulares, lejos de conmoverme, irritaron mi sincera tristeza y no me permitieron bucearla para tratar de entender qué pasó, qué desmoronó en tan poco tiempo ese Himalaya humano absolutamente inalcanzable para mí.
No sabía, por ejemplo, que había nacido en Hong Kong y que a los dieciocho años había emigrado a Estados Unidos; este nuevo conocimiento sobre Freddie me llevó a interesarme por este pequeño país y su historia, y tratar de entender el drama de una muerte tan repentina.
Comprendí que definitivamente somos vulnerables, y que no hay Hombres-Himalaya y lo que somos en la vida está en nuestra historia.
Freud decía que el inconsciente esta regido por lo irracional y que la lógica domina lo consciente. Sin embargo, lo inconsciente dirige lo consciente y, por lo tanto, la conducta humana.
Solemos buscar satisfacciones en el saber de una ciencia que aún ignora el origen de la existencia. Priorizamos los conocimientos objetivos por sobre los subjetivos, y de esta manera, nos privamos de lograr acercarnos a la verdad de la existencia a través de la intensidad de los sentimientos.
Quién puede ser capaz de tanto... más de trescientos alpinistas han muerto tratando de escalar el monte Everest. Quién en este mundo puede ser el Everest.
Otra gran cordillera, el gran Pau Golanó, logró disecar como nadie la anatomía humana, era un artista, no solo con el bisturí en el laboratorio cadavérico, sino también con la imagen. Retrataba como nadie lo que disecaba, ponía conocimiento, luz, sombra, y sacudía nuestros cansados ojos, acostumbrados a la mediocridad. Pau y Freddie se parecían, convivieron un tiempo con la excusa del LCA.
Pau no fue para mí un Himalaya, disfruté de su subjetividad por menos tiempo del que me hubiera gustado, supe de su humanidad guiada por su inconsciente irracional y compartió conmigo sus miserias, entendiendo que estas son definitivamente parte de nuestras vidas.
El 25 de julio de 2014, un derrame cerebral terminó con su vida a los 49 años. Qué pasó, Pau no era para mí un Himalaya; el Dr. Golanó Álvarez intentó y logró escalar su propia montaña, y al igual que Freddie al llegar ahí se dio cuenta que había más montañas.
Hong Kong es una pequeña isla cuya historia está plagada de injusticias, maltratos, intereses equivocados, pujas por el poder y un salvajismo extremo por poseerla. Cada uno de nosotros somos un poco Hong Kong.
La isla sigue en la lucha por su identidad y, a pesar de la amenaza permanente de los carroñeros de turno, se defiende por medio del accionar de la humanidad que la habita.
Nosotros, como esa isla, necesitamos sostener nuestra identidad para resistir y vivir en la libertad de lo subjetivo sobre lo objetivo. Trabajar, enseñar y construir presente y futuro desde los sentimientos nos permite intentar entender la inmensidad de la existencia. Solo tenemos que animarnos.

Dr. Fernando Barclay
Editor en Jefe