Editorial

ARTROSCOPIA | VOL. 26, N° 4 | 2019


EDITORIAL

La Dimensión Emocional o Afectiva
Todos nosotros somos portadores de una historia. Esta historia, la mayoría de las veces compartida, nos da identidad y nos posiciona ante los acontecimientos de la vida, no como meros espectadores si no como actores comprometidos y lo que es más serio aun, como guionistas y directores de la vida de esas pequeñas personas que nos suceden, llamados hijos.
La dimensión o potencialidad Cognitiva, nos permite explicar los secretos de nuestro mundo, con este potencial desarrollamos intensamente el conocimiento para poder sobrevivir, para progresar y modificar el entorno. Esta dimensión propia del animal humano desde mi humilde punto de vista suele estar hipertrofiada y ocupa espacios innecesarios que distraen al individuo de sus más preciados potenciales que son el Social y Emocional o Afectivo.
El Lenguaje o potencialidad comunicativa está íntimamente relacionado al conocimiento y ha sido clave en el desarrollo de la civilización en nuestro planeta. El lenguaje del conocimiento no es igual al lenguaje emocional, el leguaje del conocimiento nos protege, nos coloca en un pedestal más alto que el otro y nos aleja de la dimensión de los afectos, de nuestra historia emocional y del compromiso que debemos asumir revisando justamente esa historia si queremos dejar un legado que tomen, traduzcan y continúen los que nos van a seguir.
Está claro que si nos movemos de la dimensión Cognitiva a la Emocional o Afectiva vamos a correr riesgos. Enfrentarnos con nuestra historia, para poder escribir y transmitir un nuevo relato repleto de afecto e intimidad nos aterroriza.
El conocimiento es como un cinturón de seguridad que nos protege, lo afectivo nos sacude violentamente a cada rato, nos da una nueva oportunidad siempre y cuando aceptemos que somos seres emocionales y como tales nos equivocamos y fallamos.
Oscar Wilde decía: A veces pienso que Dios creando al hombre sobreestimo un poco su habilidad.
Oscar Wilde estuvo en la consideración más alta de la sociedad victoriana, pero a causa de su homosexualidad sufrió la humillación de la misma sociedad e inclusive la cárcel, pero a pesar de estos acontecimientos, perdono siempre a sus enemigos porque sabía claramente que no había nada que los enfureciera más.
Un pedazo de historia universal en donde la dimensión Cognitiva y la Emocional coexistían, un hombre con una lingüística excepcional era sacudido por su condición sexual en una sociedad que no aceptaba intimas libertades individuales, pero al mismo tiempo aplaudía la inteligencia y el lenguaje.
No seamos tan necios, no finjamos entender el mundo siempre desde una dimensión Cognitiva, atreverse a los afectos y a las emociones sin límites nos acerca y nos permite descansar con la verdad.
El ejercicio de la dimensión Emocional o Afectiva, seguramente haga que este mundo sobreviva y se convierta de una vez por todas en un lugar mucho más apto para el crecimiento y desarrollo de nuestros hijos.

Fernando Barclay
Editor en Jefe de la Revista Artroscopia